La importancia del duelo | Blog - ALPAR
ALPAR - Asociación Latinoamericana de Cementerios y Servicios Funerario

ALPAR ha creado una zona web exclusiva para sus miembros, con el objetivo de generar un espacio de interacción permanente, en el que puedan compartir experiencias, conceptos y opiniones, aportando al avance de sus empresas y la industria de cementerios y funerarias en el ámbito internacional.

Seleccionar página

¿Qué es el duelo?

El duelo es el proceso de adaptación activo y natural que permite reorganizar el equilibrio personal y familiar roto a raíz de la pérdida de un ser querido.

Se trata de una respuesta emocional, de comportamiento y de pensamiento que desestabiliza y desorganiza temporalmente a la persona que se encuentra en situación de pérdida. Es un proceso activo de transformación que implica un desafío, el desafío de encontrar nuevos caminos para poder ajustarse a un mundo que ha cambiado para siempre.

Aunque la pérdida de un ser querido es un acontecimiento que no puede escogerse, la elaboración del duelo es un proceso de afrontamiento lleno de posibilidades. Para hablar del duelo se usan dos verbos: estar y hacer. Estar en duelo, hacer el duelo. Hacer el duelo implica que la persona se comprometa activamente en un trabajo personal.

No todos los duelos se viven del mismo modo, y cada persona lo hace a su manera. Esto depende de la forma en que el individuo se ha construido, de las dificultades que ha tenido para vivir los primeros duelos de su existencia y del vínculo que mantenía con la persona fallecida.

Etapas del duelo

Shock y Parálisis: La pérdida súbita, brutal e inesperada y sin preparación que se da como consecuencia de algunas enfermedades o de accidentes, provoca una especie de parálisis (no es posible moverse ni hablar). La persona queda como inmovilizada, anestesiada, con los músculos contraídos, clavado en el lugar. «Los brazos se me caen» o «mis piernas flaquean» son el tipo de expresiones que se usan en estas circunstancias.

Negación y rechazo: Aquí no se puede creer lo que ha ocurrido. La persona busca maneras de negar o rechazar la realidad para poder seguir adelante. «No es posible, no yo, no ahora, no esto» «No él, no ella” “No tan joven» «No puede estar muerto, no es verdad» «No, no los médicos se equivocan, yo no estoy enfermo».

Enojo: Luego, viene el enojo. En general, la persona busca alguien o algo a quien culpar y con quien enojarse. «No es justo, es inaceptable», «Si pudiera vérmelas con ese incompetente, irresponsable» (el otro, el médico, el jefe de servicio, el ejecutante, Dios, la Justicia, la Vida).

Miedo: Frente a la muerte de alguien querido, el mundo cambia, se transforma y se percibe peligroso. Hacer el duelo tiene implícito sentir miedos y mucha incertidumbre, también puede aparecer sensación de incapacidad para enfrentar el hecho. Algunos pensamientos suelen ser: ¿Qué va a ser de mí?” “Nunca voy a lograr arreglármelas solo/a, sin él/ella”.

Tristeza: La etapa de la tristeza es decisiva, aunque difícil de vivir. Además, son pocas las personas del entorno que suelen aceptar al que está triste. La tristeza es molesta, incómoda, es cansadora para los demás. Muchos se sienten incómodos frente al dolor y al duelo, frente al sufrimiento de los demás, frente a la enfermedad grave y la muerte. Porque no nos queda tiempo para nada: ni para vivir, ni para comer, ni para respirar; no le damos “tiempo al tiempo”, es decir, no nos damos la oportunidad de hacer un duelo y cicatrizar. En efecto, hay que vivir el dolor hasta el final porque sólo más tarde, cuando la pérdida se percibe realmente, la ausencia se acepta; entonces el trabajo de duelo puede hacerse y así iniciarse el nuevo camino hacia la vida. En esta etapa, la persona toma plena conciencia de que los hechos son definitivos y que no se pueden cambiar las cosas que ocurrieron. La tristeza puede venir de la mano de la angustia y quedarse durante un largo tiempo.

Aceptación: Algunas frases que reflejan esta etapa pueden ser: “Es duro, pero es así”, “Voy a seguir viviendo lo mejor posible”.”. La aceptación no es resignación sino progresión, es atravesar un umbral nuevo y totalmente desconocido. Podría pensarse que la salida del duelo se vislumbra a través de la verdadera aceptación de la situación. Así ocurre cuando la persona puede decir: “Estoy triste. Lo que me falta me falta, pero puedo vivir y hablar de eso, y aceptar vivir de una manera diferente”.

Perdón: Esta etapa puede darse como no (al igual que las anteriores), pero cuando existe la necesidad de perdonar a alguien o algo, se vuelve clave atravesar por esta etapa y trascenderla. Si hay rencor o resentimiento es imposible elaborar un duelo y lograr paz. Perdonar es detener el sufrimiento ocasionado por rencor, deponer esa energía negativa implicada en el deseo de revancha, la animosidad, el resentimiento o el odio. Es fundamental este concepto en el trabajo de duelo, donde muchas veces se señalan culpables (uno mismo, el médico, Dios, la persona fallecida por no cuidarse, etc.) y queda enquistado el dolor mezclado con el rencor.

Búsqueda de sentido y paz: En esta etapa se trata de reconocer que el duelo o la pérdida permitieron hacer lo que antes era inconcebible: desarrollar un talento oculto, asumir responsabilidades, aprender cosas nuevas. Una experiencia dolorosa puede ser la oportunidad para la maduración afectiva y para el desarrollo personal. Después de un tiempo de lucha, de tristeza, de pena, finalmente uno logra sentirse sereno, en paz con el hecho doloroso que nos ha tocado enfrentar. Entonces podemos evocarlo sin un exceso de emoción. De a poco empezamos a vivir (revivir) en el aquí y ahora: el presente se vuelve más importante y tiene más resonancia que el pasado. La esperanza renace. Si aparece un plan nuevo, el individuo es capaz de percibirlo, de realizarlo e incluso hacerlo de tal manera que resulte útil para los demás. Es en este momento que la paz comienza a asomarse.

Duración

El duelo implica un periodo de tiempo variable. No se puede decir que tenga una duración determinada porque depende mucho de varios factores, entre ellos uno importante es la relación que unía a la persona con el ser querido fallecido. Generalmente el primer año es el más duro, entre otras cosas porque se atraviesan diversas fechas conmemorativas (cumpleaños, día de la madre/ padre/ niño, fiestas, aniversario de la muerte, etc.) y en cada uno de estos días la ausencia se hace muy presente. De todas formas, cada uno vive la pérdida de un ser querido de una forma diferente, cada uno lo superará en un tiempo distinto.

A medida que vaya pasando el tiempo habrá una disminución progresiva de la tristeza para dar paso a recuerdos menos dolorosos. El proceso de duelo lleva a la serenidad y al sosiego. Llegará un momento en que se logrará establecer un equilibrio entre el ayer que se recuerda y el mañana que se construye.

Duelo como posibilidad de crecimiento

Para quien acaba de sufrir una pérdida, o que lleva poco tiempo en duelo, resulta difícil pensar en el duelo como un proceso en el que pueda existir un crecimiento, incluso esta idea puede resultarle dolorosa. La intención no es mirar en positivo una circunstancia como la muerte – que carece de lado positivo-, ni relativizar o minimizar el dolor. Tampoco queremos decir que todo aquel que sufre un duelo deba experimentar un proceso de crecimiento personal.

Nuestro objetivo es centrar la mirada en el momento en que el dolor disminuye y la aceptación se va posando, de manera que el doliente puede tener una visión más amplia del duelo, de sí mismo y de la vida; observar su propio proceso con cierta distancia. En ese momento muchas personas deciden iniciar un proceso de crecimiento personal. Reordenar la forma que entendemos la vida y el mundo.

Se trata de revisar esquemas vitales (es decir, la forma en que entendemos la vida y el mundo) a raíz de la muerte de un ser querido, con la intención de reordenar valores, observar la vida, las relaciones y a nosotros mismos. A partir de ahí comienza un tiempo interno encaminado a responder una pregunta que marcará el camino del trabajo personal: ¿Cómo quiero vivir mi vida a partir de ahora?

El crecimiento personal durante el duelo: Para comenzar este proceso es necesario que el dolor haya disminuido y que el doliente pueda repasar lo ocurrido con una mayor serenidad, a menudo conseguida tras haber aceptado y colocado lo sucedido en su línea vital. Desde esa posición se puede observar el duelo desde fuera. Independientemente del trabajo personal que decida o no emprender, hay un conjunto de cambios a nivel profundo que suelen darse en las personas que han elaborado un duelo. En esa instancia, las personas explican que se sienten mucho más cercanas al dolor de los demás.

En este sentido, el agradecimiento y la ayuda al otro que sufre les permiten dar un sentido a su dolor y, por tanto, redunda en una sanación más integral y profunda que lleva al fortalecimiento de la persona tras la experiencia de sufrimiento intenso.

Cuando el dolor nos aqueja no vemos a nuestro alrededor ni vemos a quien está cerca de nosotros, perdemos contacto con nosotros mismos, dejamos de ser responsables de nuestra persona y nuestras actitudes, el amor que nos brindan otros pasa desapercibido; hasta que nuevamente la Fe y la Esperanza hacen renacer a esa personas que antes fuimos, pero para ello, debe recorrerse lo que denominamos “Proceso de Duelo”. No existe un tiempo definido para transitarlo, debe haber una actitud dispuesta, comprometida y responsable para dejar ir el sufrimiento por la muerte de nuestro ser querido y dar la bienvenida a una nueva visión de vida, soltando las viejas creencias y adoptando nuevas formas de pensamiento. Es importante resaltar que ante la pérdida de un ser amado inevitablemente se tendrá que transitar por las etapas del duelo, sin embargo, a medida que nos volvemos escuchadores activos y proactivos de nuestros sentimientos, estamos ya en la posibilidad de recorrer un proceso de duelo más sano.

Por último se comienza a resaltar la posibilidad de crear puentes entre el dolor y el crecimiento; esto puede parecer lejano en un principio cuando el dolor nos toma por completo, pero a medida que sanamos nuestra herida, de a poco muy de poco, puede volver a salir el sol.


Lic. Aldana Di Costanzo
Psicóloga Especialista en Duelo
Jardín del Pilar S.A.

Compartir

FacebookTwitterLinkedin

Copyright © Todos los Derechos Reservados
Asociación Gremial Latinoamericana de Cementerios y Servicios Funerarios.
ALPAR
Medellín, Colombia 2024

Translate »
Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial