El duelo no sucede como una secuencia lineal en dirección hacia la aceptación. En el tercer texto de la serie sobre paradojas, hay una reflexión sobre cómo las memorias y los rituales nos conectan con un pasado que señala la posibilidad de amenizar el sufrimiento.
Ya hablamos sobre aquellos amigos o familiares bien intencionados, pero mal informados, que llegan con alguna versión de consejos de tipo: “a él/ella le gustaría que siguieras con tu vida”, “el tiempo lo cura todo”, “un paso a cada vez”, “vamos a dejar el pasado en el pasado” o “lo tuviste en tu vida durante 50 años”. Esos clichés no solo disminuyen el significado de la pérdida, sino también sugieren que seguir adelante, en la vida y en el tiempo, es lo que va a amenizar el sufrimiento. Sin embargo, y paradójicamente, en el proceso del duelo se precisa andar un poco hacia atrás, antes de seguir adelante.
El duelo es por naturaleza un proceso de recurrencia, que se curva en espiral. Es repetitivo, vuelve al mismo punto más de una vez. Y, de hecho, el duelo requiere repetición para que eventualmente pase a suavizar y a entrar en un nivel de reconciliación.
Tal vez la cultura equivocada sobre seguir adelante derive en parte del concepto de “niveles del duelo”, popularizado en un texto de 1969, escrito por Elizabeth Kübler–Ross en su libro “Sobre la Muerte y el Morir”. En este libro, que tuvo gran importancia en la discusión sobre el tema y sobre lo que ya escribimos aquí, Elizabeth lista los cinco niveles del duelo, resultado de su observación a partir de la experiencia con pacientes terminales: negación, rabia, negociación, depresión y aceptación. Pero ciertamente, su intención con los cinco niveles, nunca fue la de que fuesen interpretados como una secuenciación linear y rígida a ser seguida por todos los que viven este proceso.
El duelo no es un camino recto en dirección a la aceptación, en verdad, se parece más a “perderse en el bosque”. No podemos ni siquiera clasificarlo como “dos pasos hacia adelante y uno para atrás”, tal vez “dos pasos adelante, dos vueltas en círculos y un paso para atrás”, sea un ejemplo más cercano a la realidad. La jornada requiere tiempo y paciencia.
Mirar hacia atrás a través de los rituales
Parece que la humanidad siempre comprendió, de forma instintiva, la necesidad de los rituales en momentos de transiciones importantes. Entre los años 250 y 900, por ejemplo, los mayas quemaban sus casas intencionalmente cada 40/50 años, en fechas importantes. Ellos derribaban las paredes, rompían la vajilla y algunas veces colocaban los cuerpos de personas queridas que habían muerto en el tope de una pira de fuego. Después construían nuevas casas sobre los restos de esa destrucción. En este ritual de debilitamiento y de reanimación, los mayas rutinariamente y de forma ritual, honraban el pasado y lo incorporaban a su futuro.
La celebración del Día de los Muertos en varias culturas, es también un ejemplo de ritual que mira hacia el pasado: una vez por año, muchísimas personas se reúnen en los cementerios para celebrar y recordar a aquellos que partieron, llevando flores y plegarias.
A lo largo de la historia, cuando las transiciones en nuestras vidas eran más profundas de lo que las palabras y las acciones podían comprender, tuvimos la sabiduría de transformarlas en rituales. Y en nuestros rituales, frecuentemente miramos primero hacia atrás – hacia nuestros antepasados, hacia lo sagrado, hacia las escrituras, hacia nuestras tradiciones – antes de celebrar lo que vendrá.
Mirar hacia atrás a través de la memoria
Para los sobrevivientes, perder a alguien cercano y querido, es perder la presencia física. En el plano físico, la relación con esa persona acaba. Y entonces se inicia la jornada del duelo. Pero en el plano espiritual y emocional esa relación continúa a través de las memorias. Recuerdos, sueños y objetos que nos conectan con quien partió, son ejemplos de algunas de las varias cosas que confirman un modelo diferente de relacionarnos con quien se fue.
Y entonces debemos mirar hacia atrás a través de los lentes de la memoria. El propio funeral nos ayuda en este proceso, ya que la presencia de amigos y familiares, y las historias que se recuerdan allí, son memorias compartidas. Está claro que cada persona debe tratar sus propios límites en el proceso del duelo, pero mirar hacia atrás viendo álbumes de fotos, vídeos, volviendo a los lugares significativos, puede traernos la sensación de un futuro posible.
«Reconocer el bien que usted ya tiene en su vida es el fundamento para la abundancia” – Eckart Tolle
Mirar hacia atrás para comenzar de nuevo
Cuando miramos hacia atrás a través de los rituales y de la memoria, automáticamente volvemos al comienzo de todo para recontar nuestra historia. Como si estuviéramos apretando el botón de “RESET”. Es muy difícil identificar un progreso en el duelo, porque en verdad nunca lo superamos, es continuo. Pero seguir hacia adelante comienza cuando identificamos la esperanza. La esperanza es la expectativa de algo bueno que está por venir. La esperanza tiene que ver con el futuro.
Mirar hacia adelante en esta jornada es la esperanza de concebir el futuro.
Texto inspirado en el libro “The Paradoxes Of Mourning” de Alan Wolfelt. Autor de diversos libros sobre pérdida y luto, Wolfelt es director del Center for Loss and Life Transition en Fort Collins, Colorado, en Estados Unidos.
Gisela Adissi
CEO del Grupo Primaveras en Brasil, Presidente de SINCEP y ACEMPBRA (Sindicato y Asociación de los Cementerios y Crematorios Particulares de Brasil) y una de las fundadoras del proyecto “¿Y si hablamos de duelo?”.