¿Qué tienen en común ciudades tan diferentes a priori como Bagdad, Guangzhou, Singapur, San Petersburgo, Kinshasa o Santiago de Chile, por ejemplo? la respuesta es su numerosa población, que aproximadamente ronda los cinco millones de habitantes, arriba o abajo. Urbes convertidas en colosales aglomeraciones humanas. ¿Imaginan un cementerio con tal número de inquilinos? ¿Una meganecrópolis? Pues la hay. Se trata de Wadi us-Salaam, o sea, el Valle de la Paz, y se encuentra en Irak.
A unos más y a otros menos pero a casi todos los lectores les sonará el nombre de Nayaf. Es una ciudad iraquí donde en 2004 los milicianos del ejército de al-Mahdí atacaron la base española Al Ándalus después de que las tropas estadounidenses capturasen a Mustafa Al-Yaqubi, lugarteniente del clérigo Muqtada al-Sadr, líder de dicho grupo. La cosa empezó el 31 de marzo con una emboscada a cuatro contratistas en Faluya y se desencadenó del todo el 4 de abril con una batalla que terminó con cientos de bajas enemigas.
Resulta algo irónico que sea allí precisamente, rodeado por su casco viejo, donde se ubica el gigantesco camposanto, probablemente el mayor del mundo (en competencia con el Zentralfriedhof vienés y el Brookwood londinense, de tamaño comparable pero con muchos menos enterramientos) y, desde luego, el primero en tamaño de los musulmanes: nada menos que novecientas diecisiete hectáreas (casi diez kilómetros cuadrados, cuatro veces mayor que el Cementerio de Arlington y el trece por ciento de la superficie de Nayaf).
Podrían ser bastantes más de enterrarse los cuerpos a la manera occidental pero al inhumarse a menudo en catacumbas reducen algo la extensión. Algo conveniente porque cada día se entierra en el recinto en torno a un centenar de personas y las tumbas se agolpan unas sobre otras sin apenas dejar sitio de paso, como si peleasen entre sí por los escasos metros disponibles.
Una media que afortunadamente ha ido descendiendo desde 2010, ya que durante la guerra eran más del doble. Como referencia, cada año se realizan alrededor de veinte mil sepelios en todo Irán. Aunque Wadi us-Salaam es un sitio especial por una serie de características que lo distinguen de otros lugares de enterramiento islámicos. Aparte de los datos reseñados, se trata fundamentalmente de un cementerio chiíta; todos los que profesan esa rama del Islam aspiran a ser inhumados en él debido a que allí reposan los restos mortales de Ali ibn Abi Talib, primer imam chiíta y cuarto califa suní.
Abi Talib era primo e hijo adoptivo de Mahoma, posteriormente yerno por matrimonio con su hija Fátima. Fue el primer hombre al que el Profeta convirtió al Islam y a la muerte de éste pasó a ser el primer imam chiíta y el cuarto -y último- califa suní; es decir, se trata de un personaje reverenciado por las dos ramas principales de esa fe, de la que pasó a ser máximo representante al morir su suegro. Paradójicamente, cuando él mismo falleció asesinado a manos de un jariyita, los musulmanes se escindieron apoyando a distintos herederos.
Su cuerpo fue enterrado en secreto, tal como había pedido a la familia temiendo que se profanase su cadáver. Sin embargo, Yafar al-Sadiq, descendiente suyo y sexto Imam de los chiítas durante el califato abasí, reveló dónde estaba la tumba: en la mezquita que lleva su nombre, Imam Alí, de Nayaf.
De hecho, la ciudad creció en torno a ese templo, a despecho de otra tradición, muy difundida en Afganistán, que dice que los restos de Alí fueron trasladados a la célebre Mezquita Azul de Mazar-e-Sharif, una ciudad de la provincia de Balj, al norte del país.
El caso es que la mezquita de Wadi us-Salaam atrae a millones de peregrinos anuales porque, en su creencia, Alí tiene la facultad de interceder por los difuntos y favorecer su entrada en el Paraíso el Día del Juicio. De ahí que tantos chiítas deseen reposar para siempre allí; más aún, históricamente se promulgaban edictos religiosos animando a ello, dado que, además, se decía que las tierras donde se ubica la necrópolis habían sido adquiridas originalmente por Abraham y el propio Alí las consideraba un pedazo del cielo en este mundo.
No es de extrañar que algunos mausoleos sean muy antiguos, de más de mil cuatrocientos años, situándose cronológicamente en tiempos del esplendor parto y sasánida y favoreciendo que el sitio haya sido incluido en la lista del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Los avances del mundo actual permiten que chiítas de todo el mundo puedan ser inhumados allí, aunque sometiéndose a las normas: dado el cada vez menor espacio disponible, deben aceptar que los cuerpos quedarán depositados en las citadas catacumbas, donde cada cripta puede albergar medio centenar. Eso sí, se celebran siempre las preceptivas honras fúnebres: lavado del cuerpo, oraciones en el santuario, procesión del difunto alrededor de la mezquita tres veces…
Aún así, la mayoría de los musulmanes de Irak e incluso de Irán tienen a algún familiar sepultado en Wadi us-Salaam, así que las parcelas se agotan y eso lleva a la especulación con ellas, cuando no directamente al expolio.
Y eso que la mayoría no está en condiciones de pagar lo que se pide: un hueco en el Valle de la Paz se cotiza a más de cinco millones de dinares (casi cuarenta y un mil euros); cúpulas y torres marcan la diferencia socioeconómica pero simples ladrillos y, como mucho, yeso, son los materiales habituales. Hay que tener en cuenta que en la concepción arquitectónica árabe, lo importante es el interior, no el exterior.
El aspecto final de la mayoría no es muy allá, sobre todo porque buena parte de las sepulturas están dañadas como resultado de bombas y disparos (la red de túneles y catacumbas era un buen refugio para la insurgencia durante la guerra y los soldados patrullaban periódicamente entre las tumbas, siendo a menudo objeto de emboscadas) y aquí y allá ha habido que cubrir con jaulas los sepulcros que presentan boquetes. A veces se puede ver el retrato del fallecido enmarcado, acompañado de su nombre y alguna sura coránica escrita sobre estuco.
En general recuerda un poco a la Ciudad de los Muertos de El Cairo. Pero conviene tener en cuenta que otros cementerios islámicos antiguos ni siquiera tienen eso; por ejemplo, el de Al Baqi, en Medina, casi tan añejo como el de Nayaf, no tiene estructuras construidas y sólo presenta las fosas cubiertas de tierra con pequeñas piedras verticales a manera de lápidas.
Claro que peor fue en tiempos de Sadam Husein, que era suní y no tuvo reparos en provocar a los chiítas construyendo una carretera que atravesaba el cementerio. Irónicamente, Sadam dio un nuevo impulso a la veneración actual del lugar al mandar asesinar al Gran Ayatolá Mohamed Sadeq al-Sadr, clérigo opositor y padre del mencionado Muqtada al-Sadr, líder de la insurgencia iraquí y fundador no sólo del Ejército de al-Mahdí sino también de su brazo político, el Movimiento Sadrista.
Dadas la circunstancias y la proximidad temporal, el mausoleo de Mohamed Sadeq al-Sadr es el más visitado de Wadi us-Salaam. Pero también el de su primo Muhammad Baqir al-Sadr, otro Gran Ayatolá ejecutado por Sadam que había fundado el Partido Islámico Dawa, de ideología conservadora, contrario al socialismo panárabe del Baaz (el partido de Sadam) y defensor de la minoría chiíta.
Tomado de: www.labrujulaverde.com
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